Englobadas en el departamento francés de Pyrénées-Orientales se hallan las comarcas históricas del Rosellón y la Cerdaña que, junto con otras comarcas naturales como las Alberas, el Vallespir, el Capcir y el Conflent, formaron parte de España hasta el Tratado de los Pirineos de 1659. Hoy son territorios vecinos, fácilmente accesibles desde el norte de Cataluña, y muy visitados por aficionados al esquí, la playa, la cultura o la historia. En este último sentido, cabe recordar que la conexión es profunda, pues Perpiñán y su territorio fue antaño territorio de tránsito y acogida de refugiados, un lugar que inspiraría al mismo Dalí.

La también denominada Cataluña Norte (Catalunya Nord), a algo más de tres hora de Barcelona, limita a través de los Pirineos con España y ofrece lugares únicos, sobre todo para disfrutar de un completo y diferente fin de semana en un territorio que ha sabido conjugar dos culturas en una única esencia. El idioma no será ningún un problema pues además de hablarse el catalán y el francés, el castellano es entendido por buena parte de la población.

A continuación se presentan 10 opciones imprescindibles para saborear los encantos de estos territorios franceses, tan alejados de París.

1. Perpiñán (Perpignan) es una de las ciudades más importantes del sur de Francia y lugar de paso donde se establecieron minorías gitanas (que hablan un catalán arcaico), árabes (argelinos, harquis y marroquíes), subsaharianas y, por supuesto, españolas. La dinámica y agradable ciudad muestra entre sus monumentos defensas fronterizas como el castillet, pero sobre todo, la ciudadela panorámica que engloba el majestuoso palacio de los Reyes de Mallorca, una excelente muestra del gótico tardío ejemplificado en su curiosa capilla y salas nobles. El lugar fue residencia de los reyes de Mallorca entre 1231 y 1344, cuando el extinto reino dominaba buena parte del Mediterráneo Occidental. Perpiñán tiene una variada oferta gastronómica que se puede comprobar en establecimientos como La Cousine des Sentiments o Le Divil, especializada en cocina catalana, o la concurrida y tradicional brasería Le Café Vienne, regentada por un español.

Palacio de los Reyes de Mallorca en Perpiñán

2. Collioure es una de las localidades costeras más atractivas y fotogénicas de Francia, un lugar de inspiración de artistas y donde está enterrado el poeta Antonio Machado, exiliado durante la Guerra Civil. Además es el punto de partida ideal para conocer las playas y espacios naturales de la Costa Vermella, como la zona natural y protegida de Anse de Paulilles, continuación paisajística de la Costa Brava. Está enmarcado por el paisaje montañoso de las Alberas, un lugar ideal para la práctica del senderismo y donde pueden realizarse atractivas excursiones a las torres vigías –como la de La Massana o Madeloc–, donde se tienen las mejores vistas de esta zona agreste del Mediterráneo. Collioure también es para disfrutar de la cocina marinera y, por supuesto, las anchoas y el vino Banyuls.

3. Castellnou es uno de los pueblos más encantadores del Pre-Pirineo septentrional y concretamente la desconocida y rural comarca de Les Aspres. Amurallado y rodeado de una espesa floresta, este diminuto burgo transportará al visitante a historias y leyendas del medievo. Cerca están las bodegas modernistas o caves Byrrh (Tuïr), que tienen el honor de guardar la cuba más grande del mundo donde caben más de 1 millón de litros de vino o el famoso vermú. En los alrededores hay algunas buenas propuestas de turismo rural con glamour como Casa 9 Hôtel.

4. Elna (Elne) es la vieja y legendaria capital del Rosellón. Destaca sobre sus tranquilas y empinadas calles la catedral medieval con su bello claustro románico. La localidad también es conocida por su maternidad, ubicada en unos edificio modernistas rodeado de jardines. La maternidad acogió a niños y madres desplazados durante el conflicto bélico español. Desde Elna se puede disfrutar del arte románico en lugares próximos como Sant Genís de Fontanes (con un claustro y tímpano único) o comprar obras de arte realizadas en vidrio en Palau del Vidre.

Panorámica de Elna con las montañas nevadas al fondo

5. Rivesaltes, a pocos kilómetros de Perpiñán, destaca por su novedoso memorial del Campo de Rivesaltes. Lugar curioso por su emplazamiento y espectacular arquitectura, además de comprender los desplazamientos de refugiados españoles, argelinos, judíos… en el último siglo. La muestra no dejará impasible a ningún visitante. Cerca se hallan lugares de frontera como el impresionante castillo de Salses, que combina arte militar castellano y el del famoso ingeniero Vauban, las desconocidas y evocadoras ruinas de Òpoul-Périllos unidas a la tragedia cátara, o bien Tautavel, donde se hallaron vestigios humanos prehistóricos. Rivesaltes es conocido por su fabulosos vino blanco: muscat.

6. Recorrido primaveral u otoñal por la comarca natural del Vallespir. Esta zona fronteriza de montaña conserva las más puras tradiciones y costumbres catalanas. Para comprobarlo solo hay que disfrutar de la gastronomía comprando quesos y embutidos de Montferrer o Cortsavy, las rosquillas de la milagrosa Arles o las espardeñas y tejidos catalanes de Sant Llorenç de Cerdans. El Vallespir además de sus fiestas tradicionales tiene lugares mágicos como la ciudad amurallada de Prats de Molló, la abadía de Arles, la población balnearia de los Baños de Arles (Amélie-les-Banys), el puente del diablo de Céret (ciudad ligada al modernismo) o el curioso conjurador para demonios y malos espíritus de Serrallonga y las cercanas torres de Cabrenç.

7. El macizo del Canigó, como Montserrat, es la montaña sagrada de los catalanes, sus misteriosas cumbres nevadas durante buena parte del año son baluarte de la cultura catalana. Así, monasterios románicos como Sant Martí del Canigó, la abadía de Sant Miguel de Cuixà o el Priorato de Serrabona son conjuntos monumentales de primer orden. Prada (Prades) es la principal ciudad de la comarca histórica del Conflent y donde se celebra la Universidad Catalana de Verano. El Conflent ofrece dos conjuntos defensivos Patrimonio de la Humanidad: Vilafranca de Conflent y Montlluís, magnas obras militares de Vauban.

Vistas del macizo del Canigó y el monastrio de Sant Martí del Canigó

8. Si el Roselló es la vía rápida y natural de entrada desde la Península por la Jonquera, la Cerdaña Norte o Francesa se accede sin atravesar propiamente el Pirineo por Puigcerdà. Ya que la Cerdanya es un mismo valle dividido, casi a partes iguales, entre la administración francesa, al norte, y la española, al sur.

Para disfrutar de la cultura ceretana qué mejor que ir a Santa Leocadia, cerca de la antigua frontera y que tiene un interesante museo etnográfico. En Sallagosa, donde se halla el centro de información de la Alta Cerdanya se puede degustar la mejor gastronomía catalana en el restaurante Hotel Restaurante Planes la Vieille Maison Cerdane, así como los mejores embutidos y paté en Chez Bonzom. También muy cerca se encuentra Llo, un encantador pueblecito donde relajarse en sus antiguas fuentes termales.

9. La Cerdanya Norte dispone de excelentes instalaciones para practicar el esquí como Porté-Puymorens (cerca del Principado de Andorra), la tradicional Font Romeu, Bolquère o el increíble espacio nivel de Cambre d’Aze entre Sant Pierre des Forcats y Eina. Los forfaits suelen ser más económicos y los servicios que se prestan incluso de mayor calidad que en el Pirineo catalán u oscense. Justo en Eina se abre el hermoso valle homónimo ideal para paseos cuando llega el buen tiempo… Y para dormir en un espacio íntimo e irrepetible en la villa de Bolquère, Les Chalets Secrets.

10. El Capcir es una desconocida comarca de alta montaña. Además incluye las pistas de esquí de fondo homónimas en La Llaguna y las pistas de Les Angles y Formiguères se puede disfrutar de uno de los tantos espacios naturales lacustres de la región: el estany de la Bollosa. Un estany o lago de alta montaña a los pies del Puig Carlit que con casi 3.000 m es el techo de esta zona.

Pistas de esquí de fondo de Capcir

En el Rosellón también se puede disfrutar de lagunas litorales como el lago de la Raho, el evocador estany de Canet y St. Nazari o el estany de Salses y sus interminables dunas litorales.

Texto y fotos: Francisco Sánchez