Texto: Blanca Espigares
Ilustraciones: Alicia Aradilla

Su laberinto de callejuelas y plazas escondidas exige perderse, vagar como un “robinson urbano” para descubrir sus diferentes colores y sus ambientes, la idiosincrasia de cada uno de sus barrios. Y es que sin duda la mejor manera de conocer Sevilla es perdiéndose en ella (o con ella).

Las acuarelas de Alicia Aradilla harán que nos perdamos por Sevilla y que vaguemos por ella para descubrir su rica historia y la herencia que pervive y se superpone cual delicado milhojas; nos permitirán comprender que la luz mediterránea es un material constructivo más, un material que se domestica y se filtra para crear la característica arquitectura de la ciudad. Las acuarelas nos sumergirán en el sosiego de los patios y las recoletas plazas sevillanas que albergan una penumbra reconfortante; nos invitarán a disfrutar del bullicio y de la vida que rezuman las esquinas de cada barrio; a recorrer el río y comprobar que el Guadalquivir vertebra la ciudad y es el germen de Sevilla.

Las acuarelas de Alicia nos invitan a pasear por el centro y a quedarnos embelesados en el palacio mudéjar de Pedro I en los Reales Alcázares; a rendirnos a los pies de la que fuera la Catedral gótica más grande del mundo; a perdernos por las calles del barrio de Santa Cruz; a tomarnos una cerveza en el Salvador, adentrarnos por la Alfalfa, vagar por San Luis contemplando sus maravillas mudéjares y el templo barroco más exquisito que se pueda imaginar; a comprar en el mercado de Feria y charlar con los tenderos y comerciantes del barrio; a dejarnos conquistar por la seductora Triana y por su arte; a perseguir los rastros de sus Exposiciones Universales y a admirar la gran arquitectura contemporánea que alumbra Sevilla.

Alicia Aradilla es color, viveza y rotundidad, y sus acuarelas no son sutiles: dejan ver los vivos colores que componen esta singular ciudad, las luces y las sombras que habitan Sevilla. Porque Sevilla no es tímida, ni discreta. Es una ciudad exultante, con un cielo más azul que en muchas otras poblaciones, con marcados contrastes entre el blanco de la cal, el albero de su maravillosa arcilla y las sombras. Y por ello las acuarelas de Alicia exudan color, y sus cielos parecen exagerados, y sin embargo no reflejan más que la realidad de luces y colores que es Sevilla.

Acompañando a este centenar de acuarelas, el libro cuenta con una introducción que nos permite conocer algunos apuntes de la vasta historia de Sevilla. Sus nueve capítulos restantes tienen como propósito que el lector se aproxime al contexto de cada barrio, de cada zona que se recorre. El orden de estos capítulos e incluso el de las propias acuarelas se corresponde con el itinerario que seguiríamos caminando por la ciudad. Acompañando a las imágenes, los textos descriptivos -como una vívida pincelada más- las sitúan en su contexto histórico, social, artístico o cultural. Y por último, nuestra acuarela de viaje incorpora un glosario en el que los más curiosos encontrarán información sobre monumentos, periodos históricos y personajes que nombramos a lo largo del libro.

“Sevilla. Acuarelas de viaje” no es un libro al uso. Carece de importancia si ya hemos visitado Sevilla o si nunca la hemos pisado. El propósito de este libro es que el lector viaje a través de él, de sus bellas acuarelas y de la infinidad de detalles que conforman esta increíble ciudad. Un libro que no solo se lee, sino que también se contempla y se disfruta, una y otra vez.