Viajar con la casa a cuestas puede ser una opción fantástica, segura y cómoda para los próximos viajes en los que hay que continuar manteniendo las precauciones para la salud y evitar la propagación del coronavirus.

Las cifras en España sobre este tipo de desplazamientos desde hace unos años siguen al alza y cada vez son más los viajeros que se apuntan al caravaning. No son solo ya los jubilados quienes, después de una larga vida profesional, disfrutan de su retiro haciendo turismo itinerante, sino que cada vez hay más y más grupos de amigos y familias jóvenes con niños y sus mascotas, que se animan en sus vacaciones a emprender este tipo de viajes.

Y es que, quien elija viajar en autocaravana sentirá la libertad de movimiento que ofrece, la comodidad de tener todo a mano, la capacidad de improvisar recorridos o cambiar los días de estancia, la posibilidad de dormir en lugares espectaculares y olvidarse de reservar por adelantado.

Nuestro libro Las mejores rutas en autocaravana por Europa  incluye dos recorridos para viajar en España, información práctica como áreas de servicio, donde pernoctar o qué visitar según nuestro destino. Y si aún no te hemos convencido, Ignacio Francia, escritor y periodista viajero, nos cuenta más para terminar de convencernos a probar los viajes en autocaravana.

 

Viajar en autocaravana. Sobre todo, la libertad

Texto: Ignacio Francia

Sobre todo, la libertad. Rodar “por ahí” con la autocaravana aporta a la libertad una buena dosis suplementaria a esta facultad. Ese recrecimiento de la libertad supone para mí el mayor y mejor factor derivado de disponer de un vehículo que me permite moverme con lo que considero una serie de ventajas sobre otras fórmulas de viaje.

Sobre todo, la libertad. Porque si viajar es una apertura al mundo, de moverse en él para poder comprenderlo y compartirlo con otros, creo que la autocaravana contribuye de forma privilegiada a trazar los motivos de ver y mirar, de encontrar. Podemos caminar de un lugar a otro sin determinados condicionantes que surgen en otras ocasiones.

No me considero un “caravanista clásico”, porque la función fundamental que me aporta mi vehículo es la de servirme como el viajero que me siento, sin asomo de engreimiento y con todo el respeto del mundo para el turista que decide tumbarse en la arena o estancarse al arrimo de cualquier motivo, o incluso ir y venir un tanto al aire sin mirar y ver mucho. Ya nos dejó señalado Fernando Pessoa que “la mejor forma de viajar es sentirse”. Y yo me siento en unos recorridos y en unos tiempos diferentes a los que surgen cuando viajo de otra forma. Creo que me permite el viaje en función de una determinación y posición propia, con un proyecto personal. En ocasiones, desde seguir carreteras no muy frecuentadas e incluso equivocarse. Pero buscar. Y encontrar, en muchas ocasiones.

Me siento arropado por esa libertad desde el momento en que decido cuándo y cómo el horario de salida sin dependencia que me condicione, y me proporciona no escaso placer cuando el esquema general de viaje que he trazado previamente se ve alterado porque llegas a un determinado punto y resulta que el día y medio que habías previsto para esa ciudad lo alargas hasta que te parezca oportuno, porque ese mundo te ha seducido, igual que en otro sitio das una vuelta y sales disparado porque aquello no es lo que esperabas o te echa fuera. Quizá ya nos lo marcó Julio Cortázar cuando apuntó que “temeroso y exaltado a la vez, el viajero entra en la ciudad con pasos de gato en territorio ajeno”. Y los paisajes, esos territorios abiertos en los que se recobra el aliento, en los que se aguza el sentido y la emoción se derrama.

La libertad de qué si llueve o chufla, te metes en ruta hacia otro lugar, sin tener en cuenta que te encuentras atado al hotel reservado con ganas desde hace tanto tiempo. La autocaravana aporta la libertad de improvisación, de alterar lo que se ha previsto en la primera consulta a mapas, planos y guías, sin pedir otras cuentas a veces que el tiento a la cartera, que, desde luego, siempre está muy por debajo de las exigencias en otros sistemas de movilidad y de estancia. Y eso que soy un caravanista que siempre se arrima a la seguridad y comodidad del camping o área, mientras otros estiran su libertad al asentarse donde pueden o les place.

Siempre la libertad. Quizá sea porque yo estrené este mundo –aunque entonces con caravana– al mismo tiempo que en España estrenemos la democracia. Por eso, sobre todo, la libertad.